
CAFÉ TACUBA Sino (2007) - Universal - Diseño: Quique Rangel para Refugio (México).
Esta exposición –ideada y coordinada por la factoría Zona de Obras, responsable de varias portadas del maestro Andrés Calamaro y una larga lista de artistas iberoamericanos- es un homenaje al disco, a su condición de ser escuchado, mirado... y tocado. Propone un recorrido visual por el diseño gráfico latinoamericano a través de las portadas de más de 450 álbumes de rock, históricos y contemporáneos.
Entrada libre
Del 22 de septiembre de 2009 al 25 de octubre de 2009. De lunes a sábado de 11:00 a 20:00 horas. Domingos y festivos de 11:00 a 15:00 h.
Un disco sin portada –o tapa, o carátula, o como quiera que le llamen- es menos seductor que un libro fotocopiado. Está incompleto. Es otra cosa. Es un objeto mutilado. Música e imagen están estrechamente ligadas en la cultura pop, tanto
que los bocetos del diseñador de una portada suelen llevar a bizantinas discusiones entre músicos, managers, productores y todos los que están alrededor.
Los discos se escuchan, y esa es su cualidad principal. Pero el disfrute se potencia cuando se miran y se tocan. Al contrario que el arte que se exhibe en museos y galerías, el diseño de portadas tiene ese atributo especial que lo hace estar en relación íntima con el consumidor del hecho artístico. Se lo puede tocar, usar y hasta intervenir.
En los mejores casos es bastante más que un mediador, que un simple apoyo visual, pasando a ser parte imprescindible de la experiencia sonora, sumándole una magia extra con apenas una imagen congelada en un cuadrado de 12 x 12, que en los tiempos de gloria del vinilo fueron de 31 x 31.
Es así que los mayores mitos de la historia del rock continúan vivos en portadas que continúan sorprendiendo desde la primera vez que alguien las miró, las tocó y rozó con la punta de los dedos; desde la primera vez que sintió la particular suavidad del cartón barnizado y el inconfundible olor de la tinta aún fresca. Paul, John, George y Ringo siempre cruzan, en presente, la calle Abbey Road. La lengua Rolling Stone, tan roja y perversa, define la eterna adolescencia.
La banana warholiana de la Velvet todavía provoca, despierta el deseo y juguetea con las fantasías andróginas del rock. Centenares de portadas han alcanzado status de objetos de arte, generando estilos, marcando tendencias, provocando incluso un mecanismo que retroalimenta la dualidad música-imagen: un simple vistazo a una portada suele bastar para intuir el estilo musical, el grado de originalidad y el nivel de riesgo de la obra del artista que busca representar.
La iconografía del rock latinoamericano corre en paralelo a las grandes corrientes del diseño gráfico y el arte de portadas anglosajón: las mil y una formas de fotografiar a una banda de rock y ponerla en una tapa, la relación entre la sicodelia y el recurso de la ilustración, temas habituales como los coches o los corazones o los paisajes urbanos; o bien tendencias más actuales como la búsqueda constante de una fuerte originalidad objetual a medida que el formato CD ingresa en una crisis dicen que terminal. Pero también tiene su propio camino, su propia mitología, conformando una identidad que está íntimamente relacionada con el desarrollo de una movida musical de una riqueza y diversidad sorprendentes.
El hito que significó la portada del álbum debut del grupo argentino Almendra, cuando Luis Alberto Spinetta dibujó y coloreó la tapa desafiando el tradicional y conservador esquema de las compañías discográficas, marca un posible punto de partida de una identidad gráfica propia del rock de la región.
Experiencias similares desarrollaban Secos & Molhados en Brasil, Los Jaivas en Chile, Totem y Psiglo en Uruguay. Los primeros años 70. La sicodelia. El rock progresivo. El orgullo del primer rock latino. Pero también las dictaduras militares,la resistencia juvenil, los blue-jeans, las drogas, las posteriores aperturas democráticas, luego el jolgorio ochentero, el tiempo que transcurre en bandas que florecen y se desarman, en nuevas generaciones que reinventan el rock y su iconografía, hasta llegar a los colores y tipografías actuales, a una creatividad de alto nivel en cualquiera de las principales ciudades latinoamericanas: Santiago, Buenos Aires, México DF, Saõ Paulo, Bogotá, Caracas, Montevideo.
El argentino Juan Gatti, diseñador gráfico de la movida madrileña y del mismísimo Pedro Almodovar, ilustró antes de radicarse en España portadas de discos de Pescado Rabioso y Sui Generis, entre muchos otros. Es uno de los pioneros, de los nombres clásicos. Dice que los diseñadores europeos «lo tienen todo tan fácil que les resulta complicado innovar».
Asegura, como contrapartida, que «los diseños más interesantes están surgiendo en estos momentos en los países latinoamericanos. En México, en Brasil, en Argentina».
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